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Como siempre el Grupo Clarín cuida su «quinta» y utiliza su peso «mediático» para hacer su relato de los hechos sin importarle nada. El entramado empresario que se mueve detrás de los derechos de televisión, la guerra con «Chiqui» Tapia y la AFA.

La reciente decisión de la AFA de poner fin al contrato con las empresas Tele Red Imagen S.A. (TRISA) y Torneos (ex Torneos y Competencias) para la televisación de la Primera Nacional y la B Metropolitana no es un episodio administrativo más. Marca el cierre de un ciclo histórico en el que el ascenso quedó bajo la órbita de un esquema de control comunicacional y económico ejercido por el sistema Clarín-TyC-Torneos, un conglomerado mediático articulado no sólo por el Grupo Clarín sino también por el Grupo Werthein.

Clarín y los Werthein son, a su vez, accionistas de la prestadora de servicios de comunicaciones Telecom, que este año se quedó con los negocios de su competidora Telefónica, en un acuerdo por unos 1.245 millones de dólares que todavía no tiene la aprobación de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia. O sea, del presidente Javier Milei, que ya se ha mostrado crítico de esta expansión del Grupo Clarín porque ejercería una posición dominante en un negocio clave. “Loco sí, pero no come vidrio con Clarín”, dijo un allegado a la Casa Rosada.

Durante años, y con algunos cambios accionarios en el medio, ese conglomerado concentró la capacidad de mostrar, ocultar, prestigiar o destruir la imagen pública de clubes y dirigentes.

TRISA, la sociedad que opera los derechos televisivos del fútbol de ascenso desde hace décadas y lo hará hasta el próximo domingo, al finalizar el partido Deportivo Madryn-Estudiantes de Río Cuarto, nació de la alianza entre el Grupo Clarín y la vieja Torneos y Competencias, la empresa creada por el emblemático (y ya fallecido) Carlos Ávila, que desde 2008 pasó a ser controlada por el grupo norteamericano Vrion Corp., una filial de la gigante de las telecomunicaciones y del entretenimiento, AT&T, que en América latina opera con una de sus marcas fuertes: DirecTV.

Pero en 2021, la familia Werthein (uno de cuyos integrantes, Gerardo, acaba de renunciar como canciller de Javier Milei y es un influyente dirigente del Comité Olímpico Internacional), se quedó con el control de Vrion Corp, que incluye a DirecTV, DGo y DSports, una señal deportiva que también transmite partidos del Ascenso.

Los negocios mediáticos del Grupo Werthein
Sobre todo a partir de esa nueva gestión en TRISA, la Primera Nacional dependió económica y comunicacionalmente de ese contrato: sin la pantalla que ellos decidían, no había visibilidad, no había sponsors y no había narrativa.

No es un detalle menor: controlar la televisión es controlar el significado de lo que el país ve como justo, injusto, noble o sospechoso. Por ejemplo, las decisiones arbitrales cuestionables en favor de Barracas Central, el club de Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la AFA, o de su aliado Deportivo Riestra, que también ascendió meteóricamente, no empezaron hace unos meses. Sin embargo, los medios del Grupo Clarín (el diario Clarín, Radio Mitre, el diario deportivo Olé o la señal de noticias TN, entre otros) empezaron a remarcar estas cuestiones a medida que se acercaba el final del contrato por los derechos de televisación que lo unía con Tapia y la AFA.

Es por eso que muchos entienden que a estos medios, muchos de sus periodistas o a algunos de sus lacayos mediáticos, como el ex entrenador Ricardo Caruso Lombardi, no los impulsa el deseo de mejorar el arbitraje, erradicar la corrupción en el ambiente del fútbol o que dejen de cobrarle penales con VAR a Barracas Central, sino que “Chiqui” Tapia acceda a renovar el multimillonario contrato con TRISA, cosa que por ahora parece cosa juzgada.

El anuncio de la AFA sobre el fin del contrato abre un nuevo escenario que altera un equilibrio de poder sostenido durante décadas. La posibilidad —ya adelantada por la propia AFA— de que el ascenso se transmita a través de plataformas propias o de nuevos operadores rompe un negocio muy rentable y, al mismo tiempo, desarma un instrumento mediático de disciplinamiento sobre los clubes, los dirigentes, los entrenadores y hasta algunos futbolistas.

En ese contexto deben leerse las últimas semanas de cobertura desmedida y hostil hacia Deportivo Madryn, convertida en blanco prioritario de Clarín, TyC, Olé y TN. No se trató de información: se trató de un linchamiento simbólico. Titulares exagerados, un tono acusatorio permanente, amplificación de incidentes y la construcción deliberada de una narrativa de sospecha. La intensidad y la simultaneidad hablan más de una operación de posicionamiento que de periodismo deportivo.

No puede desligarse esa ofensiva de la transición en el negocio televisivo. Y en ese marco, el club chubutense termina funcionando como caso testigo, un aviso al resto de los dirigentes del ascenso. Lo que se pone en juego no es una discusión deportiva, sino quién decide la verdad en el fútbol argentino.

La salida de TRISA del contrato abre la oportunidad —y también la obligación— de repensar un sistema más transparente, más federal y menos sometido al chantaje informativo de grandes grupos mediáticos.

El ascenso necesita financiamiento y visibilidad, sí, pero no a cambio de ceder su autonomía y su dignidad institucional. El fútbol argentino ya vivió demasiado tiempo bajo la lógica de pocos dueños y muchos obedientes.

Si la televisación del ascenso pasa a ser un espacio plural, competitivo y abierto, habrá clubes que sigan ganando y perdiendo partidos, pero nadie debería seguir ganando o perdiendo reputaciones porque lo decide una redacción porteña. Eso, más que cualquier gol, significaría una verdadera victoria del federalismo deportivo.

No puede desligarse esa ofensiva de la transición en el negocio televisivo. Y en ese marco, el club chubutense termina funcionando como caso testigo, un aviso al resto de los dirigentes del ascenso. Lo que se pone en juego no es una discusión deportiva, sino quién decide la verdad en el fútbol argentino.

La salida de TRISA del contrato abre la oportunidad —y también la obligación— de repensar un sistema más transparente, más federal y menos sometido al chantaje informativo de grandes grupos mediáticos.

El ascenso necesita financiamiento y visibilidad, sí, pero no a cambio de ceder su autonomía y su dignidad institucional. El fútbol argentino ya vivió demasiado tiempo bajo la lógica de pocos dueños y muchos obedientes.

Si la televisación del ascenso pasa a ser un espacio plural, competitivo y abierto, habrá clubes que sigan ganando y perdiendo partidos, pero nadie debería seguir ganando o perdiendo reputaciones porque lo decide una redacción porteña. Eso, más que cualquier gol, significaría una verdadera victoria del federalismo deportivo.


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